Control de diarreas: más allá de vacunas y antibióticos
Los episodios de diarrea son de lo más común en porcino, especialmente en las primeras etapas de vida del animal. Caracterizar su origen y determinar las medidas adecuadas para detenerlos y prevenir la aparición de nuevos casos es función del veterinario. La terapia antimicrobiana es útil en el frenado del desequilibrio de la flora comúnmente asociada al problema, como un plan vacunal adaptado a la situación epidemiológica de la granja es una buena estrategia para la prevención de brotes epidémicos. Ambas medidas se toman bajo la perspectiva de manejo del lote de animales, pero cuando se sufre un episodio en la granja conviene considerar la necesidad de algún tratamiento sintomático individualizado.
Mientras el animal sufre diarrea se para su crecimiento, porque su intestino poco absorbe. Cuanto más intensa y persistente sea la diarrea, mayor será el grado de deshidratación y el riesgo de muerte asociado. Por lo que más allá de medicar pienso y/o agua y esperar a que pase el temporal, puede proceder realizar tratamientos individuales a aquellos animales que lo precisen, para salvar al mayor número y reducir las consecuencias negativas del proceso: lo que queremos es que los animales sanen el mayor número de animales cuánto antes, que la diarrea les afecte lo menos posible para que sus secuelas no comprometan un buen rendimiento futuro, que pierdan cuanto menos peso posible y que reinicien rápidamente una ingesta normal para que no se alargue el ciclo productivo en exceso.
Las diarreas se producen por cuatro mecanismos: un aumento de las secreciones intestinales, una respuesta inflamatoria, alteraciones de la motilidad y por el efecto osmótico debido a la presencia de contenido dentro del intestino. En la práctica, dependiendo del desencadenante de la diarrea predominará más un mecanismo u otro, pero nunca de forma exclusiva. Así que el manejo de cada una de las situaciones variará. No podemos olvidar que la diarrea es también una forma de mecanismo de defensa del organismo. Con ella en cierta medida busca expulsar el problema que allí se encuentra. Aunque este “mecanismo de defensa”, en la granja contribuye a que el problema se extienda a todo el grupo.
El diagnóstico diferencial de la causa de la diarrea se acota mejor dentro del caso concreto. El veterinario conoce bien los problemas más frecuentes a cada edad. La forma en que evoluciona la enfermedad y las características de la diarrea, además de otros signos que puedan observarse, orientan mucho el diagnóstico. Se llega al punto que si se conoce bien la granja se puede predecir con bastante probabilidad la causa, antes de cualquier confirmación laboratorial, y hasta el éxito o fracaso de determinado antibiótico destinado a controlar el problema.
Por lo que se refiere al destete, las diarreas típicamente asociadas son aceptadas como consecuencia de un proceso multifactorial: los animales son destetados, en los sistemas actuales, con insuficiente madurez intestinal como para enfrentarse a su nuevo alimento sin ningún problema; también los cambios de alimento propios del destete promueven desequilibrios en la flora intestinal del lechón; el animal, a su vez, se encuentra en el tránsito del agotamiento de la inmunidad maternal y la suficiencia del sistema inmune propio en una situación de estrés por separación de la madre y las peleas jerárquicas. Si a ello se suma una bioseguridad deficiente, un manejo no suficientemente fino (calidad del aire, densidades, temperaturas, diseño de las instalaciones…), es normal que los problemas sean habituales.
Conseguir evitar las diarreas totalmente es difícil en este contexto, motivo por el cual las medicaciones preventivas se han hecho habituales. Pero Europa quiere que reduzcamos el consumo de antibióticos para preservar la eficacia de los principios activos. Se hace necesario buscar alternativas, más allá del óxido de zinc que también está en el punto de mira por cuestiones medioambientales. Conociendo los factores desencadenantes y haciendo una valoración de la situación concreta de la granja se pueden realizar algunas correcciones, dentro de la flexibilidad de la estructura productiva.
Es difícil que nos permitan retrasar la edad del destete o usar piensos distintos de los establecidos. Tampoco querremos que entren menos animales con cada lote para mejorar las densidades, o invertir mucho capital en reformas de mejora. Pues estas son medidas mayores que suelen reservarse para problemas persistentes, que no responden a medidas menos costosas o complejas. Lo que si podemos hacer es afinar bien el manejo, haciendo un buen triaje inmediatamente a la entrada, descartando saldos o al menos apartándolos de los animales más sanos. Esto contribuirá a evitar que los focos de infección nos estropeen todo el lote.
El conocimiento del origen de los animales también ayuda a predecir si traerán problemas. Con granjas de madres cada vez de mayor tamaño y con manejo en bandas, las mezclas de orígenes se van haciendo menos frecuentes. Pero si se observa la incidencia de cierto problema asociado a cierto origen, convendría valorar la implementación de programas vacunales en las madres y/o los lechones.
Aun así, alguna diarrea aparecerá, por lo que debemos gestionarla de la mejor manera posible. Observar los animales periódicamente es básico para detectar precozmente algún problema. Apartar aquellos que empiecen a mostrar signos de enfermedad o debilidad con rapidez contribuirá tanto a su mejor recuperación, como a evitar que sus compañeros enfermen. Estos primeros enfermos si podemos dedicarles cuidados más específicos: como una dieta menos “agresiva” para su intestino, medidas encaminadas a recuperar la deshidratación y hasta tratamientos para cortar la diarrea. Pero no hay que perder de vista que lo fundamental es la protección del grupo, y el grupo suele infectarse por contacto con la diarrea de estos primeros enfermos.
Para evitar problemas se recomiendan dietas con menos proteína, pero con una más afinada suplementación de aminoácidos: así se evita que haya un exceso de proteína en el intestino que sirva de sustrato a bacterias nocivas, como ETEC beta-hemolíticos, a la par que se limita el efecto tampón que tienen los aminoácidos sobre el contenido estomacal. Del mismo modo, los oligosacáridos no almidonáceos los cuales incrementan la viscosidad del contenido intestinal fomentan la proliferación de ETEC, por lo que conviene un buen procesado tecnológico de los ingredientes que se usen para la elaboración del pienso que los neutralice. Con esta consideración, McDonald et al. (2001) tomaron una dieta basada en arroz hervido como “referencia protectora” del tracto gastrointestinal para sus pruebas de efectos de variaciones en la composición de la dieta sobre el desarrollo de diarreas al destete.
También existen estudios sobre el efecto protector de otros compuestos vegetales como la algarroba, sobre la cual Andrés-Elías et al. (2007) concluyeron que era capaz de modular cambios en la microbiota por sus efectos a nivel del ciego, principalmente, de incremento de la diversidad. El efecto protector de la fibra no soluble ha sido valorado ampliamente como un factor protector, en contraste con una dieta rica en beta-glucanos, que contribuye al desarrollo de colibacilosis peridestete. Igualmente la fibra soluble parece favorecer el desarrollo de problemas.
El uso de aceites esenciales también se ha valorado en multitud de estudios con efectos variables según el diseño experimental. Sin embargo, sí que se ha documentado el efecto inhibitorio sobre el crecimiento de algunas bacterias de distintas especies como el clavo, el orégano o el romero.
La complejidad de la matriz alimentaria combinada con las características de cada caso hace difícil de una recomendación única y válida para todos los casos. Al final debe realizarse un seguimiento de la eficacia de las medidas tomadas en cada caso, pues los datos concretos son lo único que ofrece garantías. En cualquier caso, es necesario valorar el uso de astringentes para cortar la diarrea y la aplicación de fluidoterapia oral, para recuperar a los animales más afectados por la deshidratación.
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